Ion Grigorescu

(Bucharest, 1945)

Cortinas de la democracia, 2012

Exposición en Istituto Europeo di Design, PhotoEspaña

 

ENG

The Curtains of Democracy is an installation especially conceived for the exhibition and it consists of a perimeter formed by a series of adjoining images. Some are appropriated images, some are connected to previous works, while others are autonomous pieces made for this occasion, all forming together, in this context, a common work. The central reference which generated the idea of making this “tent” represents the Orient – conceived not only as a cultural and geographical space, but also as a mental, symbolic one, which represents for Ion Grigorescu a central element in the configuration and re-configuration of the personal identity through its relation with history, but also with the social and political context of the present.

Ion Grigorescu has committed himself to a reflection on the history of places, of events, interwoven with glimpses of his own past, and this is made evident when one reads certain excerpts from his texts. His view of the local history is essentially pessimistic: history for him is made up of repetition of unfortunate events, of tragic deaths.

Ion Grigorescu’s art-making evinces a profound affinity with the ruin; his works are endowed with a ruin-like quality, in the sense that their precarious materiality and the concept they embody are closely intertwined. For Ion Grigorescu the ruin, both in its meaning and outward appearance (his works can take the shape of fragments on the point of disintegration, inconspicuous interventions and leftovers from the everyday environment or recovered detritus from demolished houses) is in keeping with his stance as an artist: “I am against the imposition of a style, which is why I have never been a complete painter. I don’t like to see my works in the studio, so I would not feel indebted to them.”

Grigorescu’s artistic practice is marked by an inner contradiction, for although his art is often built on negation, he nevertheless seeks to achieve a unification of art and life, thus expressing a commitment to this tenet, that has been so central for the avant-garde. The impulse to free art from its limitations was also inspired by the example of Joseph Beuys, who saw himself as simultaneously artist and non-artist, and for whom “everything was art, and every aspect of life could be approached creatively, with a sense of inventiveness and ritual”. Indicative of this influence are numerous photographs that depict Ion Grigorescu being involved in everyday activities, which are invested by him with a ritualistic dimension: “For me, all daily tasks, like washing clothes, preparing a meal, shopping, or working in construction are performances, art, acts of survival”.

Excerpt from the exhibition program, text presented by the curator, Magda Radu.

CAST

Las cortinas de la democracia es una instalación concebida especialmente para la exposición y consiste en un perímetro formado por una serie de imágenes contiguas. Algunas fotografías se las ha apropiado el artista, algunas están relacionadas con obras anteriores y otras son piezas autónomas elaboradas para la ocasión, y todas ellas constituyen, en este contexto, una obra conjunta. El Oriente representa la referencia central de la que surgió la idea de formar una «tienda», el Oriente concebido no sólo como un espacio cultural y geográfico, sino también con sus implicaciones mentales y simbólicas, que para Ion Grigorescu encarnan un elemento vital en la configuración y reconfiguración de la identidad personal mediante su relación con la historia, pero también con el contexto social y político del presente.

Ion Grigorescu se ha dedicado a reflexionar sobre la historia de los lugares y de los acontecimientos, entretejida con visiones fugaces de su propio pasado, y esto se vuelve evidente cuando se leen determinados fragmentos de sus textos. Su visión de la historia regional es, sobre todo, pesimista: para él, la historia está compuesta por una repetición de acontecimientos desacertados, de muertes trágicas.

El arte de Ion Grigorescu pone de manifiesto una afinidad profunda con las ruinas; sus obras están dotadas de una calidad semejante a la de las ruinas, en el sentido de que su materialidad precaria y el concepto que expresan están muy entrelazados. Para Ion Grigorescu las ruinas, por su significado y por su apariencia externa (sus obras pueden cobrar la forma de fragmentos a punto de desintegrarse, intervenciones que pasan inadvertidas y restos del entorno cotidiano o deshechos recuperados de casas que han sido demolidas) están en coherencia con su postura como artista: «Estoy en contra de que se imponga un estilo, por eso nunca he sido un pintor completo. No me gusta ver mis obras en el estudio, para así no sentir que les debo algo.»

La práctica artística de Grigorescu está marcada por una contradicción interna, ya que, aunque su arte suele construirse sobre la negación, él no deja de buscar una unificación entre el arte y la vida, y expresa así su compromiso con este principio, que fue fundamental para el vanguardismo. El impulso de liberar al arte de sus limitaciones también estuvo inspirado en el ejemplo de Joseph Beuys, quien se veía a sí mismo como artista y no artista de manera simultánea y para quien «todo era arte y cada aspecto de la vida se podía enfocar de una manera creativa, con un sentido inventivo y ritual». Son indicativas de su influencia diversas fotografías en las que aparece Ion Grigorescu realizando sus actividades cotidianas, a las que otorga una dimensión ritual: «Para mí, todas las tareas cotidianas, como lavar la ropa, preparar la comida, ir a la compra o trabajar en la construcción son performances, arte, actos de supervivencia».

Extracto del programa de la exposición, escrito por la comisaria, Magda Radu.